top of page

Delmira Agustini, ¿quién es?

  • Foto del escritor: Maite Lecue Santovenia
    Maite Lecue Santovenia
  • 4 ene 2022
  • 6 Min. de lectura


Delmira Agustini es una de las poetas hispanoamericanas más importantes del siglo XX.

Nace en Montevideo (Uruguay) en 1886 en una familia de clase alta que tiene la posibilidad de ofrecerle una educación digna de su estatus social, es decir, una educación en la que se incluye piano, francés, pintura… Pero además de eso Delmira Agustini es una niña muy inteligente, podría decirse que es una niña prodigio, a los cinco años comenzó a leer y a escribir y a los diez años ya componía sus primeros versos. A pesar de esto, era una niña muy solitaria, no le gustaba mucho rodearse de niños por lo que su compañía solían ser intelectuales mayores que ella.


Con 16 años comienza a publicar poemas en la revista La Alborada y con 21 publica su primer poemario El libro blanco (Frágil). Aunque su talento fue elogiado, la temática erótica de sus obras no encajaba en los estereotipos femeninos de la época, por lo que los críticos intentaron silenciarla hablando únicamente de su belleza.


Con 24 años, en 1910, publica Cantos de la mañana, en este momento su prestigio ya era muy elevado, hasta el punto de ser elogiada por Rubén Darío, a quien conocerá dos años después.


Fue a partir de aquí que sus padres decidieron apoyarla completamente y en 1913 publica su tercer poemario, Los cálices vacíos, un poemario abiertamente más erótico que los anteriores, lo que levantó ampollas por considerarse impropio de una mujer. En este poemario anuncia que está escribiendo el que ella misma denominó la cúpula de su carrera, pero que nunca llega a publicar en vida.


Delmira Agustini comienza una relación con Enrique Job Reyes alrededor de 1908 (no se sabe la fecha exacta) y se casan en 1913. Pasan cinco años desde el inicio del noviazgo hasta el matrimonio, y por lo que ella dejó escrito parece que en el momento de la boda ya no estaba enamorada.


Reyes no se tomaba en serio la escritura de Delmira, de hecho, lo consideraba una «debilidad» de soltera y pretendía que al casarse dejase de escribir. Lo que pudo sucederle a Reyes es que se dio cuenta de que Delmira Agustini era una poeta brillante y, por lo tanto, lo que en realidad le sucedía era que no quería que ella le eclipsase. De lo que no se dio cuenta es de que en el momento de su boda Delmira Agustini ya estaba enamorada de otro hombre, del intelectual argentino Manuel Ugarte.


La poeta, al mes y medio de casarse, se muda a casa de sus padres y alega haber huido de la «vulgaridad». Comienza los trámites de divorcio siendo la primera mujer en solicitarlo de Uruguay y provocando una honda herida en la virilidad de Reyes.


Delmira Agustini se sigue escribiendo con Ugarte, pero en mitad del proceso de divorcio comienza a verse con su exmarido a escondidas, según dicen para que el proceso fuese mejor. Pero el fallo del divorcio llegó el 22 de junio de 1914 y la última vez que se vieron fue el fatídico día 6 de julio, cuando él le dispara dos tiros en la cabeza para luego suicidarse.


Debido a este fatídico hecho se creó alrededor de la escritora una serie de mitos que, a veces, han provocado que no se le dé toda la importancia que merece a su obra.


Se asocia su poesía al modernismo propio de Rubén Darío, y es que no se puede negar que era una de sus grandes influencias, pero también hay que hablar del oscurantismo que encontramos en la misma medida que avanzan sus pocos poemarios. Pero lo que más llama la atención de los versos de Delmira Agustini es la forma en la que escribe sobre lo erótico, estamos acostumbrados a que en todas las poesías eróticas de la época la mujer sea el objeto sobre el que recaen las palabras, el sueño sobre el que se habla, pero Delmira Agustini consigue darle la vuelta y pone a la mujer como objeto del deseo, y esto es algo que la sociedad del momento no entiende, y para qué engañarnos, la actual tampoco. Probablemente estas sean algunas de las razones por las que nadie nos enseña a esta gran poeta.


 

Aquí están algunos de sus poemas.


El intruso

Amor, la noche estaba trágica y sollozante Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura; Luego, la puerta abierta sobre la sombra helante Tu forma fue una mancha de luz y de blancura.


Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante; Bebieron en mi copa tus labios de frescura, Y descansó en mi almohada tu cabeza fragante; Me encantó tu descaro y adoré tu locura.


¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas; Y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas! ¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;


Y tiemblo si tu mano toca la cerradura; Y bendigo la noche sollozante y oscura Que floreció en mi vida tu boca tempranera!

(De El libro blanco (Frágil), 1907)


Lo inefable

Yo muero extrañamente... No me mata la Vida, No me mata la Muerte, no me mata el Amor; Muero de un pensamiento mudo como una herida... ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor


De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor? ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida Que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...


Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente, Desgarradora y árida, la trágica simiente Clavada en las entrañas como un diente feroz!...


Pero arrancarla un día en una flor que abriera Milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera Tener entre las manos la cabeza de Dios!

(De Cantos de la mañana, 1910)


Tú dormías

Engastada en mis manos fulguraba como extraña presea, tu cabeza; yo la ideaba estuches, y preciaba luz a luz, sombra a sombra su belleza.


En tus ojos tal vez se concentraba la vida, como un filtro de tristeza en dos vasos profundos... Yo soñaba que era una flor de mármol tu cabeza...


Cuando en tu frente nacarada a luna, como un monstruo en la paz de una laguna surgió un enorme ensueño taciturno...


¡Ah! tu cabeza me asustó... Fluía de ella una ignota vida... Parecía no sé qué mundo anónimo y nocturno...

(De Cantos de la mañana, 1910)


Tu boca

Yo hacía una divina labor, sobre la roca

Creciente del Orgullo. De la vida lejana,

Algún pétalo vivido me voló en la mañana,

Algún beso en la noche. Tenaz como una loca,


Seguía mi divina labor de roca,

Cuando tu voz que funde como sacra campana

En la nota celeste la vibración humana,

Tendió su lazo de oro al borde de tu boca;


—¡Maravillo nido del vértigo, tu boca!

Dos pétalos de rosa abrochando un abismo…—

Labor, labor de gloria, dolorosa y liviana;


¡Tela donde mi espíritu se fue tramando él mismo!

¡Tú quedas en la testa soberbia de la roca,

Y yo caigo sin fin en el sangriento abismo!

(De Los cálices vacíos, 1913)


Visión

¿Acaso fue en un marco de ilusión, en el profundo espejo del deseo, o fue divina y simplemente en vida que yo te vi velar mi sueño la otra noche? En mi alcoba agrandada de soledad y miedo, taciturno a mi lado apareciste como un hongo gigante, muerto y vivo, brotado en los rincones de la noche húmedos de silencio, y engrasados de sombra y soledad. Te inclinabas a mí supremamente, como a la copa de cristal de un lago sobre el mantel de fuego del desierto; te inclinabas a mí, como un enfermo de la vida a los opios infalibles y a las vendas de piedra de la Muerte; Te inclinabas a mí como el creyente a la oblea de cielo de la hostia... —Gota de nieve con sabor de estrellas que alimenta los lirios de la Carne, chispa de dios que estrella los espíritus.— Te inclinabas a mí como el gran sauce de la Melancolía a las hondas lagunas del silencio; te inclinabas a mí como la torre de mármol del Orgullo, minada por un monstruo de tristeza, a la hermana solemne de su sombra... Te inclinabas a mí como si fuera mi cuerpo la inicial de tu destino en la página oscura de mi lecho; te inclinabas a mí como al milagro de una ventana abierta al más allá. ¡Y te inclinabas más que todo eso! Y era mi mirada una culebra apuntada entre zarzas de pestañas, al cisne reverente de tu cuerpo. Y era mi deseo una culebra glisando entre los riscos de la sombra a la estatua de lirios de tu cuerpo! Tú te inclinabas más y más... y tanto, y tanto te inclinaste, que mis flores eróticas son dobles, y mi estrella es más grande desde entonces. Toda tu vida se imprimió en mi vida... Yo esperaba suspensa el aletazo del abrazo magnífico; un abrazo de cuatro brazos que la gloria viste de fiebre y de milagro, será un vuelo! Y pueden ser los hechizados brazos cuatro raíces de una raza nueva: Y esperaba suspensa el aletazo del abrazo magnífico... ¡Y cuando, te abrí los ojos como un alma, y vi que te hacías atrás y te envolvías en yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra!

(De Los cálices vacíos, 1913)


1 Comment


girra10
Jan 04, 2022

Gracias Delmira por darnos fuerzas, valentía y construirte como ejemplo de empoderamiento y libertad para muchas de nosotras. Y gracias a tí mastildelibros por compartir su historia, un post muy interesante

Like

© 2023 by The Book Lover. Proudly created with Wix.com

  • Gris LinkedIn Icon
  • Gris Icono de Instagram
  • Twitter
bottom of page