Nefando, de Mónica Ojeda
- Maite Lecue Santovenia
- 30 dic 2021
- 3 Min. de lectura
Una novela que no tiene forma de novela.

Ya decía Bolaño que la novela que tendría que venir después no podía sostenerse únicamente por el argumento, si no que tendría que sorprendernos con una estructura o con algún tipo de juego nuevo. Esto, unido al concepto de Manuel Puig de buscar la novela nueva y no la buena novela nos acompaña en esta obra en la que nos sumergimos. Y es que podemos considerar Nefando como una suerte de recopilación de noticias y entrevistas de un periódico, es por esto por lo que he decidido centrar la reseña en el concepto de «una novela fallida».
Muchas veces en cualquier país sucede algo por lo que la prensa se interesa mucho, y en muchos periódicos lo que hacen es dedicarle una sección fija en la que sacan noticias, entrevistas, artículos de opinión, etc., sobre el tema en cuestión. Mientras leía Nefando tuve la sensación de estar leyendo este tipo de periodismo.
Esto, desde mi punto de vista, es un sinónimo muy claro de lo bien escrita que está la obra, ya que si la autora no hubiese conseguido mostrar tan bien a los diferentes personajes (tienen formas de expresar muy distintas a pesar de compartir idioma, porque son de países diferentes), esta sensación realista habría sido imposible.
Es por este realismo, que podría parecer periodístico, por lo que podemos pensar en Nefando como una novela fallida, es decir, ¿es Nefando una novela?
No tiene forma de novela. No está separada por capítulos, sino por descripciones y entrevistas, lo importante no es la trama, sino el aprendizaje que hacen los personajes a través del arte y, además, trata temas que no se acostumbran a tratar en las novelas, al menos de una forma tan cruda, como puede ser el abuso infantil.
Desde mi punto de vista, lo que ha hecho Mónica Ojeda en esta novela es separar al lector de la historia, es decir, no hacer que el lector se sienta identificado con alguno de los personajes, sino contar los hechos que sucedieron como si de un periódico o una revista estuviéramos hablando.
Por otro lado, creo que es importante resaltar la importancia del arte dentro de la obra y también la importancia de lo que no se dice. Hay muchos que opinan que en esta novela las cosas que no se cuentan es porque no se saben, mi opinión es totalmente la contraria, ya que creo que Cecilia con sus dibujos cuenta más que Kiki o el Cuco en las entrevistas, y que, por ejemplo, la propia Kiki cuenta más en su pornovela que lo cuenta en las entrevistas.
Con esto lo que quiero decir es que a pesar de que Mónica Ojeda haya decidido escoger una forma de contar las cosas realista, poco artística (únicamente en cuanto a la forma), a lo mejor, lo que hace dentro de ella es mostrarnos la importancia del arte, o más bien, de la expresión a través del arte. Y es que lo que hace es explicar a través de la boca de los personajes (con Kiki en el primer capítulo o con los fragmentos de la novela de Kiki) lo que el arte significa para ella.
En conclusión, Mónica Ojeda parte de una novela fallida para mostrar lo que ella considera que debe que tener una novela, ya no solo de forma estructural, que es en lo que nos hemos centrado, sino también en cuanto a la temática. Y es que esta novela podría decirse que es un posicionamiento claro, por parte de la autora, para hablar abiertamente de lo inefable.
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